sábado, 19 de diciembre de 2009

Cabernet-Syrah

Aún no se lograba explicar cómo sucedió. Como tantas veces antes, habían comprado dos pasteles, descorcharon un reserva cabernet-syrah y se instalaron en la cama sin ninguna expectativa. Ella había respirado tranquila (como tantas veces) cuando él se introdujo en los temas habituales de sus conversaciones e inició la degustación de vino y tres leches. Tal vez la torta actuó como afrodisiaco, pero es poco probable que fuera sólo eso. Cada vez que ella habló, el la escuchó con toda atención. Tenía una cierta habilidad para hacerla reir. Ultimamente las cosas no habían estado bien, y aún una sonrisa se agradecía. Sin darse cuenta, este espacio que habían encontrado era de una profunda intimidad. Cuando él se sacó los zapatos para acomodarse en la cama, ella observó sus pies por largo rato mientras hablaban. La forma de su pie era armoniosa y no pudo evitar pensar en aquello de que a un pie grande.... su rubor no fue notorio, pero el no sólo estaba escuchando sus palabras y supo escuchar el color de sus mejillas. Le correspondió con una caricia, con el dorso de esa mano fuerte que tantas veces había querido tomarla y ella había dejado pasar.  ¿qué fué distinto esta vez? ¿fué algo en él o fue que ella finalmente se había agotado de si misma? ¿lo volvería a permitir? Y esa sensación de íntima compañía ¿era amor? Mientras más evocaba el momento, sentía que su cuerpo volvía a responder como un felino desperezándose de la siesta estival para salir a la noche según el llamado de su naturaleza. Ya no se trataba de si permitirlo o no, debía buscarlo de nuevo. Necesitaba sentir sus pezones erectos nuevamente y lubricada su entrepierna, sentirse mujer luego de diez años de sequía, de abandono, de deberes de madre, de permanente agotamiento. Recordó como el fue haciendo descender la caricia y como ambos notaron que sus miradas se habían transparentado y buscaban anhelantes el encuentro de los cuerpos, Su mano fue como un bálsamo que amablemente despertó cada célula que tocó, conmocionando todo su ser y deteniendo su mente por un maravilloso instante. Se sintió arrebatada por el momento , en un rapto alucinante que abrió las puertas a cada uno de sus sentidos. Se fueron desvistiendo y cada prenda que fue cayendo en el lustroso parquet del departamento dejó una caricia en esa piel que ya no podía contener su deseo. El la besó en cada lugar que llamaba a un beso a gritos, el se detuvo en su entrepierna y degustó ese cálido jugo que corria a raudales como no lo había sentido nunca antes. Ella quiso tenerlo dentro de si pero el se tomó su tiempo, había esperado demasiado por este momento y lo disfrutó segundo a segundo mientras ella ardía de pasión y disfrutaba de cada caricia  y de cada nueva sensación que despertaba. Una sensación que se unía con otras como en un sagrado canon, cuyo ritmo fue creciendo, meciéndola, subiendo en intensidad hasta que se hizo presente como un fuerte estremecimiento, un sismo grado ocho desde la punta de los pies hasta el punto más alto de su cabeza, en ese momento sintió como él entraba también en ella y agradeció el tamaño cómodo de su miembro erecto hasta lo imposible. Lo que comenzó en ese momento fue como si el ritmo de ella se acoplara con el de él, y ya no hubo tiempo ni lugar, sólo entregarse y sentir.
La cafetería comenzó a cerrar y notó que debía pasar por el baño pues la evocación de la noche anterior había tenido consecuencias. Pagó la cuenta y de pronto nada le importó, simplemente tomó sus cosas y se marchó mientras buscaba su número en el celular, con una sonrisa de oreja a oreja.

martes, 8 de diciembre de 2009

La gran batalla

No sabía cual iba a ser el campo de batalla, pero si tenia claro que todos mis demonios habían sido convocados. Irresponsablemente, fui esperando la llegada de todos ellos: sería todo o nada. En el fondo, creo que sabía que "nada" no era opción, y más aún, que cada demonio era un hijo que yo mismo había criado y que tal vez llegaba el momento de dejarlos partir. Puede parecer estúpido, pero no quería que se fueran. Habían moldeado mi ser y, mal que mal, me dediqué años a hacerme querible asi como era, con ellos. Y lo que vendría al día siguiente de la batalla era una hermosa incógnita.

Bajo el extenuante sol y a través de la sofocante noche la batalla continuaba sin tregua. No falté a ninguno de mis compromisos, es cierto que caminé más lento, pero no dejé de estar ahi donde debía, siempre fui cortés, siempre tuve una sonrisa que regalar. Mis adversarios no dejaron de ponerme a prueba, y a diferencia de otros días, las resistencias no cedían ni a la segunda ni la tercera. Cuatro y cinco veces tuve que intentar. El cansancio, la fatiga y las distracciones, implacables, me tentaban a cada paso. El tiempo esta vez jugaba en mi contra. Y yo acostumbrado como estaba a tenerlo a mi favor, me desconcerté: volví a conjurar la fatalidad, ironicé mi condición buscando simpatía piadosa. Cuando parecía que iba a caer a los profundos abismos de donde venía, una tenue luz se hizo y logré mantenerme despierto, logré completar las tareas que me impuse, a la sombra de Cronos.

La noche ya lo cubre todo y no es momento para seguir hablando. El alba ya sabe el secreto, es el fin de la batalla.