martes, 30 de agosto de 2011

La alegría de sentirme de nuevo parte de mi pueblo

El 11 de Septiembre de 1973 yo tenía 8 años. Había participado en trabajos voluntarios ese mismo año. Allí estuve toda una tarde desmalezando alrededor del hospital regional, a dos cuadras de mi casa. Los trabajadores me recibieron como a uno más de ellos, y me fueron dando tareas posibles, la más complicadas, llevar la carreta con tierra, que pesaba bastante. Fue una actividad alegre, un día soleado que se acabó otra mañana, con los Huasos Quincheros sonando en Radio Minería, entre edictos militares y patrullas, con tanques en las calles, con cortinas cerradas y prohibición de asomarse en la noche. Caía esa noche y no sabía cuanto podría durar. El arcoiris de 1988 no iba a ser suficiente. Luchar por la democracia fue un imperativo para muchos jóvenes que para el Golpe éramos niños. Lo hicimos alegremente, con rabia, con miedo, o todo eso junto, pero el día que ganó el NO parecía que se abrían las anchas alamedas. Nunca pensamos que la clase política que se instalaba iba a negociar como lo hizo, y que "en la medida de lo posible" no se iba a tocar el modelo económico, la educación, la salud ni la previsión impuestas en dictadura. Los diarios y revistas otrora de oposición fueron cayendo uno a uno ante la indiferente mirada de un gobierno que prefirió poner sus anuncios en El Mercurio. Las movilizaciones fueron desestimadas, desincentivadas y luego reprimidas, los dirigentes que las convocaban fueron chantajeados por poner en peligro la democracia y los medios de comunicación se prestaron para mantener al país en este mundo de Bilz y Pap, de endeudados y de cada vez mayor brecha entre ricos y pobres.

No quiero hacer un análisis histórico ni político, solamente quiero decir que espero que este movimiento ciudadano y no violento por la Educación iniciado por los estudiantes, siga superando a los partidos, siga dando una lección de ética a los políticos, siga desenmascarando a los falsos profetas del neoliberalismo, y a los pseudo tecnócratas que se presentan como "progresistas" y defienden el modelo que ha condenado a generaciones de personas a la pobreza, a vivir endeudados, a la dependencia de trabajos indignos, a una violencia económica a manos de aves de quienes se han convertido rapiña de sus semejantes. No se trata de ser un fanático que no entiende nada de economía. Entiendo y entendemos lo suficiente para darnos cuenta de que "está mal pelado el chancho" y que por fin se empieza a sentir la voz de los abusados, de los sin voz. No ha habido ningún partido que nos represente, ni creo que lo vaya a haber. Hoy vuelvo a sentirme parte de un pueblo diverso, más consciente, con su propia cultura, y con su dignidad recuperándose, reconstruyéndose en cada marcha, en cada caceroleo, en cada padre que apoya a sus hijos movilizados.

Los partidos ahora deben cumplir su rol de expresar la voluntad de las mayorías en leyes o desaparecer. Me estoy despertando alegre, camino por las calles con una sonrisa, sobre todo cuando miro hacia un lado y veo a jóvenes ytambién ancianos corriendo por la educación, miro más allá y los estudiantes dan una lección de civilidad y preparación en el Congreso, mientras otros muestran que la organización también sirve para bailar Thriller por la Educación frente a la Moneda.
No se trata de derrotar a nadie, se trata de terminar con esta sociedad centrada en el dinero y olvidada del ser humano. No será posible sin la gente de buena voluntad de derecha, de izquierda y de mínimo sentido común y honestidad.